En un Volkswagen Jetta, con el baúl a tope, la Lucy, la Xime y el Goyo (éstos dos últimos son los Goyos), nos disponíamos a ingresar a Portugal, desde la bella Zamora, y nos percatamos de que los pasaportes estaban en las maletas. Nos detuvimos en la carretera, nada especial sino un camino cualquiera, y procedimos a bajar todo el equipaje (los Titos habían exagerado las precauciones), hasta que encontramos los documentos. ¡Felicidad!
Cuando llegamos al puente... No había nada ni nadie; ni un rótulo, ni una valla, ni un guardia. Los chagras, nosotros, no sabíamos que la Unión Europea, literalmente, no tenía fronteras.
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