--Mi vida, ya que nos casamos, te pido que vayas a escoger los aros, le dije a la Lucy,Debía ir a la calle 18 de septiembre, cerca del Hotel Colón donde yo trabajaba. Fueron invitados al acto el Mache y el Voltaire, pero se toparon con una tienda, Villota Hermanos, y que los aros que cambiaba eran los del auto. Tenía yo un Fiat deportivo, y un corredor de carreras profesional, Hernán Fuenzalida, me había comprado los aros originales que él necesitaba por motivos reglamentarios.
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martes, 30 de diciembre de 2014
Cambio de aros
domingo, 28 de diciembre de 2014
El Tortuga
El Tortuga con otro traje goyesco |
Cuando todavía el Tortuga, pequeño y gordo, nos deleitaba con sus banderillas, en una tarde de diciembre en la monumental de Quito, salta al ruedo con un traje goyesco nazareno, con los adornos blancos, y en medio de un silencio digno de mejor suerte, se pone de pie en la contrabarrera de sombra Fidel Egas, tío de los empresarios y aficionado serio, y espeta la siguiente frase con tono ceremonial:
--¡Y sale el Tortuga, de colada morada y canguil!Media plaza se soltó en una sola carcajada... Ese toro, de Víctor Mendes, casi nadie vio; bebimos jerez, cerveza, nos reímos.
Un pase a los toros
En los ochentas, en el Hotel Colón de Quito, un torero español, calvo y de cierta edad, cuyo nombre no recuerdo, salía con su cuadrilla hacia la plaza, atrasado, de luces, y el capitán de botones del hotel, Juan Hidalgo, le dice en medio lobby:
--Maestro, ¡regálese un pase!Y el matador detiene a la cuadrilla, pide un capote, y traza una verónica perfecta y pausada. Ese fue el pase.
Ubicación:
Quito, Ecuador
El Rey de la marcha (*)
Jefferson Pérez, medalla de oro olímpica en marcha, orgullo de los ecuatorianos, se encontraba a media mañana en el Techo del Mundo, el restaurante del Hotel Quito, tomando un café con una encantadora presentadora de televisión (cuyo nombre sí recuerdo) que según dicen, frecuentaba el atleta. Me acerqué a ellos, y a prudente distancia llamé a Jefferson con el dedo índice. Se acercó, y le dije en voz baja:
(*) Perdón por el machismo
--Jefferson, soy el gerente del hotel; si a esta chica usted no le hace marchar, le quitamos la medalla.Se quedó perplejo, sonrió... Y me dio un abrazo. Jefferson es un empresario exitoso, y ella sigue en televisión.
(*) Perdón por el machismo
Ubicación:
Quito, Ecuador
sábado, 27 de diciembre de 2014
Contra la Casa Blanca
Habíamos salido del ballet, en el Kennedy Center, con mi hermano Alfredo y Mónica, la esposa de Joe Travez, quien se hallaba de viaje por la India. Después de cenar en Filomena's, en Georgetown, fuimos a dar una vuelta por Washington, que lucía medio desierta. Mónica nos mostraba de muy cerca la Casa Blanca (todavía permitían aproximarse, pues no habían ocurrido los trágicos eventos del 9/11), y en algún momento decidió regresar haciendo una maniobra con su 4 x 4. El caso es que nos estrellamos de retro contra una de las puertas de ingreso a la residencia causando un buen ruido. Entramos en pánico, y ¡Nos dimos a la fuga! ...Que resultó exitosa.
¿Quién come lagarto?
Cuando hacíamos el Hotel Marriott de Quito, fuimos con los ingenieros diseñadores a una reunión en Ft. Lauderdale. Nos encontrábamos en el Restaurante Evangeline's (que ya cerró), en el Boulevard de Las Olas, con Joe Travez, ejecutivo de Marriott International, y Raúl Duque. A mitad de la comida Raúl me dio a probar su carne: lagarto. Contesté:
--No, gracias, Raúl, lagarto no come lagarto.
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Joe,
Restaurantes,
USA
Ubicación:
Fort Lauderdale, Florida, EE. UU.
No hables del ausente
A principios de los noventa me encontré, en el restaurante Mesón de la Pradera, con el dirigente deportivo y ex banquero, Rodrigo Espinoza Bermeo, con quien había yo colaborado en la organización de un torneo internacional de fútbol Sub 17. Él estaba acompañado de alguien más a quien no identifiqué. La breve charla, de pie, consistió en mi queja amarga por la pésima dirigencia del futbol ecuatoriano que hacía Galo Roggiero, quien era muy amigo de Rodrigo, a despecho mío. No dejé hablar a nadie, mucho menos al acompañante desconocido, que al final descubrí que era el propio Roggiero.
Sí smoking
En el 2004 íbamos con Winston Wlodawsky a Lima, a ver unos casinos que tenían interés en abrir uno en Quito. Pero algo raro sucedía; el avión olía a humo. Sorpréndanse, desde la fila de atrás empezaba la sección de fumadores... Cuando en el mundo ya estaba proscrita la antigua costumbre de fumar en las aeronaves. Wlodawsky, gran fumador en esos tiempos, disfrutó muchísimo el viaje. Era un vuelo de la aereolínea venezolana Santa Bárbara, patrona de los truenos, que aún sigue volando.
viernes, 26 de diciembre de 2014
La Rúa Santa Catarina
Habíamos tratado de llegar al Grande Hotel do Porto, con los Goyos, durante dos horas. No sabíamos que ya se había inventado el GPS. Finalmente unos policías nos auxiliaron, y nos indicaron cómo llegar. Seguimos sus instrucciones, y al final de una cuesta de calle estrecha desembocamos en una preciosa calle que tenía hasta el piso decorado al estilo romano o bizantino. Por cierto, nos llamó la atención que en media vía, ancha, a la izquierda, se encontraba un camión de policía tipo SWAT, con algunos gendarmes alrededor. Parece que esta guarnición era de reglamento.
Circulamos unos cien metros en medio de un gentío que nos miraba con curiosidad, hasta que salió una especie de portero de hotel a media vía, y con señas insistentes nos exigió que viráramos a la derecha y saliéramos de la Sta. Catarina. Eso hicimos, y nos precipitamos cuesta abajo. Habíamos llegado; quien nos había auxiliado era un botones del Grande Hotel do Porto. La policía, en medio del asombro, no tuvo tiempo de reaccionar: fuimos los únicos en coche... por la calle peatonal más importante de Oporto, no sé en cuantos años.
Ubicación:
Oporto, Portugal
El Santiago Bernabéu
Los Goyos perdieron las entradas para el Real Madrid - Betis, frente a las Cortes. El Goyo ya lloraba. La Lucy, en un gesto de desprendimiento total, resolvió ceder su entrada... e irse de compras con la Xime. El Goyo y yo fuimos esa noche al estadio. Hacía buen frío de febrero, y estábamos enchompandos y enguantados, como es debido. En medio del tumulto, por los vomitorios, todo el mundo, menos los chagras, estaba vestido de primavera-verano, incluyendo algunas manes con escotes pronunciados.
Antes de iniciar el partido, comenzó a hacer calor, y ya no había sitio para poner toda la ropa que nos sacábamos. Éramos los únicos en tal apuro. Ya no nos interesó la Victoria Beckham. Señores, ¡qué nos íbamos a imaginar que desde el techo que cubría los graderíos salía la calefacción! El Betis, para el descenso, le empató al Madrid a domicilio.
Antes de iniciar el partido, comenzó a hacer calor, y ya no había sitio para poner toda la ropa que nos sacábamos. Éramos los únicos en tal apuro. Ya no nos interesó la Victoria Beckham. Señores, ¡qué nos íbamos a imaginar que desde el techo que cubría los graderíos salía la calefacción! El Betis, para el descenso, le empató al Madrid a domicilio.
Ubicación:
Madrid, Madrid, España
Pasaportes para Portugal
En un Volkswagen Jetta, con el baúl a tope, la Lucy, la Xime y el Goyo (éstos dos últimos son los Goyos), nos disponíamos a ingresar a Portugal, desde la bella Zamora, y nos percatamos de que los pasaportes estaban en las maletas. Nos detuvimos en la carretera, nada especial sino un camino cualquiera, y procedimos a bajar todo el equipaje (los Titos habían exagerado las precauciones), hasta que encontramos los documentos. ¡Felicidad!
Cuando llegamos al puente... No había nada ni nadie; ni un rótulo, ni una valla, ni un guardia. Los chagras, nosotros, no sabíamos que la Unión Europea, literalmente, no tenía fronteras.
Cuando llegamos al puente... No había nada ni nadie; ni un rótulo, ni una valla, ni un guardia. Los chagras, nosotros, no sabíamos que la Unión Europea, literalmente, no tenía fronteras.
José Mejía Lequerica
Mejía era el gran orador quiteño que cumplió destacadamente en las Cortes de Cádiz, en los tiempos napoleónicos y del infausto Fernando VII. Estábamos en la sabatina anual de la Escuela Alfonso del Hierro, en Cotocollao, en quinto grado. Todo era un sainete armado, en el que cada alumno se aprendía la respuesta a una sola pregunta. Al alumno que le correspondía contestar debía ser muy expresivo en su afán, para que el profesor lo notara (como en los cachos de Pepito). Mejía, señores, me tocaba a mí. Mamá y Papá presentes. El señor Núñez me dio la palabra:
--¡Mejía, Mejía... Mejía...!
Me olvidé que nació en 1777, y todo lo demás.
--¡Mejía, Mejía... Mejía...!
Me olvidé que nació en 1777, y todo lo demás.
El Ché Mamao
No era ningún argentino, ni estaba mamado. Es que eso era lo que le entendíamos a Fah, nuestra guía en Pekín, cuando nos mostraba el mausoleo en Tian'anmen, o una estatua, o una obra importante... Se refería al "chairman Mao", según me dí cuenta unos veinte años más tarde.
Términi
Con los González. Queríamos retirar los billetes de tren de Venecia a Viena que habíamos comprado a EurailPass. La estación era demasiado grande, francamente. Caminamos cuadras por un pasillo a la calle, muy ancho. Finalmente encontramos las ventanillas, con sus numeritos y la cola respectiva. Les pedí a mis acompañantes que se sentaran mientras yo "arreglaba el asunto". La espera no fue muy corta, pero finalmente me tocó el turno.
--Signora, prego, Io voglio gli billetti per Viena que o comprato en EurailPass (bueno, algo así debe haber sido mi súper italiano).La italiana, una especie de burócrata de media edad no muy bien peinada, y de lentes, me queda viendo desconcertada, y me responde:
--¡Signore, questo è la posta!Hice cola de treinta minutos... en el correo de la estación.
El tranvía de Lisboa
Con mi esposa Lucy, un día que nos demarcamos de los Goyos, tomamos el tranvía en la Plaza del Sol, y nos fuimos hasta el final, en búsqueda del Bar Brasil, en el que Pessoa pasó tantas tardes. Éramos, a esas alturas, los únicos pasajeros.
--¿Cuánto es vea señor?, en 'perfecto' portugués, al conductor.¡Bueno, todo lo que nos dijo! Nos hizo pasar por encima del torno, pues ya no había manera de cobrarnos. Nos habíamos colado sin saberlo. Cuando vayan a Lisboa y tomen el tranvía, paguen al subirse... Perdón, compren el boleto antes de subirse.
Ubicación:
Lisboa, Portugal
Las hijas de García Márquez
En una feria de turismo en Cartagena, en la clausura, en el Hotel Cartagena Hilton, en Las Chivas, García Márquez ocupaba una mesa importante con su esposa y sus tres hijas, vestidas de cartageneras, con flor en en el pelo. Esa oportunidad no me la iba a perder: bailé con las tres.
Treinta años más tarde me enteraba que García Márquez solo tuvo un hijo, y ninguna hija... Pero yo bailé con las tres.
Treinta años más tarde me enteraba que García Márquez solo tuvo un hijo, y ninguna hija... Pero yo bailé con las tres.
El mismo García Márquez de pequeño |
La esposa del Coronel
En cocktail elegante, en la casa del Coronel Luis Montalvo, una noche de diciembre, nos reciben a mi esposa y a mí, casualmente, claro, anfitriones y otros invitados a dos filas. La reunión era en honor del coronel Contreras, también de caballería como el coronel Montalvo, padrino de César Rincón, quien toreaba en Quito en esos días. Una señora joven disfrazada entre la torera y alguna gringa de los años veinte, con lentes enormes, cintillo, collar exagerado y falda ancha, me es presentada formalmente. Beso su mano y exclamo:
--A sus órganos.¿Carajo, se me salió! Menos mal que los coroneles no oyeron, pues ésta era la esposa del invitado de Colombia. Creo que me habrían fusilado. Hubo risas el resto de la noche. El Pablín, hijo de mi coronel Montalvo, me dijo recién que esa señora no era la esposa del coronel Contreras, sino su hija.
No Smoking...
--¿Smoking or non smoking?Y yo le contesto:
--Non smoking, but hard drinking.
Los idiomas en el Hotel Inca Imperial
En Quito. Yo era recepcionista nocturno cuando apenas había salido del colegio. Una noche llega un huésped francés, y me dice:
Recuerdo también que al hacer el reporte nocturno de nacionalidades de los huéspedes, uno se quedó en blanco porque nunca entendí de dónde era: 'Deutschland'.
--Dusansís.Le pedí que me repitiera varias veces, pero no hubo manera de entenderlo. Lo que en realidad me decía era "Deux cent six", es decir, doscientos seis... Quería la llave de su habitación.
Recuerdo también que al hacer el reporte nocturno de nacionalidades de los huéspedes, uno se quedó en blanco porque nunca entendí de dónde era: 'Deutschland'.
El Nacional de Lima
La fachada de El Nacional |
Ubicación:
Lima, Perú
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