jueves, 2 de abril de 2015

En la Presidencia

Me encontraba hoy, abril de 2015, ingresando a la Presidencia de la República del Ecuador con María Augusta Jácome, la ecónoma del palacio (Hotel Manager), para coordinar un taller al personal de servicio que debo dictar. En el portal. en la puerta principal, una señora pequeña, de cabello blanco, les tomaba una foto a una pareja de turistas estadounidenses que posaban junto al guardia en uniforme de los Borbones, que responden al eufemismo de 'granaderos de Tarqui'. Se tardaba mucho en la foto, mientras todos esperábamos para no interponernos; perdí la paciencia y le dije a la señora:

--Señora, ¡apúrese pues que no puedo esperar toda la tarde!

La dama me regresó a ver sorprendida, sin mover la cámara y el enfoque. Era mi querida amiga Marcia Simmons (que yo ya había reconocido), guiando a los gringuitos, pues en sus horas libres de su profesión vinculada a medicina, regresa por uvas al turismo. Su familia era propietaria del antiguo Hotel Cordillera, en el alto de la salida a Tumbaco.

Nos dimos un abrazo, besos, saludos, cariños. Inmediatamente trató de averiguar qué hacía yo ahí, y le comenté que iba a dar un curso de servicio, a lo que me preguntó:

--Are you running this house?

Y con una pequeña mueca de decepción le contesté:

--No, that's another guy.

Para terminar les cuento que gracias a mi influencia (de María Augusta, más bien), Marcia y sus gringuitos entraron a conocer el palacio fuera del tour guiado... Sin documentos de identificación que habían dejado en su hotel.

viernes, 27 de febrero de 2015

Cuando traté mal a Raphael

En 1981 recibí en mi oficina a un joven talentoso que representaba a Raphael, el cantante español que prácticamente había desaparecido de los escenarios por varios años. Por algún motivo lo confundí con Manuel Alejandro, el gran compositor de temas inolvidables como Señora (Rocío Jurado), Háblame del mar marinero (Marisol), Digan lo que digan, Cuando tú no estás (Raphael). Yo era Subgerente Ejecutivo del hotel Camino Real-Biltmore de Guatemala. El supuesto compositor buscaba auspicio para el lanzamiento mundial del nuevo disco de un Raphael reloaded, y deseaban hacerlo en el salón más grande de Centroamérica, que era el salón Camino Real del hotel homónimo. Me entregó un acetato para que lo escuchara, como en efecto lo hice más tarde. Eran unas canciones horribles, cansinas, repetitivas... Ese disco y el proyecto entero iban a ser un fracaso, de modo que rehusé dar el auspicio. Finalmente se lanzó este LP, no sé si en Panamá... Y fue un estruendoso éxito con canciones como Estar enamorado es, y otras por el estilo. Pido perdón al maestro desde este humilde blog. Raphael grabó las canciones ecuatorianas Sombras (con letra de la poetisa mexicana Rosario Sansores), y Vasija de Barro. En 1982 Raphael recibía un simbólico disco de uranio por la venta de más de cincuenta millones de discos.

viernes, 23 de enero de 2015

Chagras en los Apeninos

Mis papás, hace ya no sé cuántos años, hacían un tour por Italia en bus, y en una de esas curvas estrechas de la montaña el bus tenía que maniobrar varias veces para poder pasar. Obviamente mi papá y otro señor ecuatoriano, que era dirigente de los transportistas, se bajaron a ayudar, es decir a dirigirle al chófer:
--¿Dele, dele, dele...!
Y luego:
--¿Avanti, avanti...!
¡Hasta que el bus chocó con un muro de piedra! El chofer se bajó alarmadísimo, y un poco a reclamar a los voluntarios, quienes más enojados que él le respondieron:
--¡Aguante le digo pues!

sábado, 10 de enero de 2015

La oreja de Van Gogh

Autorretrato de Van Gogh (venamimundo)
A las pocas semanas que habíamos tomado la administración del Hotel Quito, en el 2004, mi hija Valentina me recomienda mucho a una amiga suya, de origen español, que tenía unas propuestas comerciales interesantes que hacerme. Así es que nos reunimos a desayunar. Ella llegó con dos chicas más que parecían ser sus socias en esta empresa. Habló... habló bastante, con acento de autoridad. Yo escuchaba. Pero cuando finalmente me propuso traer la oreja de Van Gogh, le quedé viendo con una cara de sorpresa, de no entender nada, sin saber qué contestar... ¿Dónde la íbamos a exhibir? ¿Quién haría los mil trámites? ¿Le interesaba a Quito, y al hotel específicamente, esta exhibición bizarra?

¡Ya, ya... Dejen de reirse! Se trataba del grupo de rock La Oreja de Van Gogh, que yo no sabía que existía... Y que solo me enteré del fiasco semanas más tarde. Habré dado, en la duda, respuestas ambiguas, digo yo.

martes, 30 de diciembre de 2014

Cambio de aros

--Mi vida, ya que nos casamos, te pido que vayas a escoger los aros, le dije a la Lucy,
Debía ir a la calle 18 de septiembre, cerca del Hotel Colón donde yo trabajaba. Fueron invitados al acto el Mache y el Voltaire, pero se toparon con una tienda, Villota Hermanos, y que los aros que cambiaba eran los del auto. Tenía yo un Fiat deportivo, y un corredor de carreras profesional, Hernán Fuenzalida, me había comprado los aros originales que él necesitaba por motivos reglamentarios.

domingo, 28 de diciembre de 2014

El Tortuga

El Tortuga con otro traje goyesco
Cuando todavía el Tortuga, pequeño y gordo, nos deleitaba con sus banderillas, en una tarde de diciembre en la monumental de Quito, salta al ruedo con un traje goyesco nazareno, con los adornos blancos, y en medio de un silencio digno de mejor suerte, se pone de pie en la contrabarrera de sombra Fidel Egas, tío de los empresarios y aficionado serio, y espeta la siguiente frase con tono ceremonial:
--¡Y sale el Tortuga, de colada morada y canguil!
Media plaza se soltó en una sola carcajada... Ese toro, de Víctor Mendes, casi nadie vio; bebimos jerez, cerveza, nos reímos.

Un pase a los toros

En los ochentas, en el Hotel Colón de Quito, un torero español, calvo y de cierta edad, cuyo nombre no recuerdo, salía con su cuadrilla hacia la plaza, atrasado, de luces, y el capitán de botones del hotel, Juan Hidalgo, le dice en medio lobby:
--Maestro, ¡regálese un pase!
Y el matador detiene a la cuadrilla, pide un capote, y traza una verónica perfecta y pausada. Ese fue el pase.

El Rey de la marcha (*)

Jefferson Pérez, medalla de oro olímpica en marcha, orgullo de los ecuatorianos, se encontraba a media mañana en el Techo del Mundo, el restaurante del Hotel Quito, tomando un café con una encantadora presentadora de televisión (cuyo nombre sí recuerdo) que según dicen, frecuentaba el atleta. Me acerqué a ellos, y a prudente distancia llamé a Jefferson con el dedo índice. Se acercó, y le dije en voz baja:
--Jefferson, soy el gerente del hotel; si a esta chica usted no le hace marchar, le quitamos la medalla.
Se quedó perplejo, sonrió... Y me dio un abrazo. Jefferson es un empresario exitoso, y ella sigue en televisión.

(*) Perdón por el machismo

sábado, 27 de diciembre de 2014

Contra la Casa Blanca

Habíamos salido del ballet, en el Kennedy Center, con mi hermano Alfredo y Mónica, la esposa de Joe Travez, quien se hallaba de viaje por la India. Después de cenar en Filomena's, en Georgetown, fuimos a dar una vuelta por Washington, que lucía medio desierta. Mónica nos mostraba de muy cerca la Casa Blanca (todavía permitían aproximarse, pues no habían ocurrido los trágicos eventos del 9/11), y en algún momento decidió regresar haciendo una maniobra con su 4 x 4. El caso es que nos estrellamos de retro contra una de las puertas de ingreso a la residencia causando un buen ruido. Entramos en pánico, y ¡Nos dimos a la fuga! ...Que resultó exitosa.

¿Quién come lagarto?

Cuando hacíamos el Hotel Marriott de Quito, fuimos con los ingenieros diseñadores a una reunión en Ft. Lauderdale. Nos encontrábamos en el Restaurante Evangeline's (que ya cerró), en el Boulevard de Las Olas, con Joe Travez, ejecutivo de Marriott International, y Raúl Duque. A mitad de la comida Raúl me dio a probar su carne: lagarto. Contesté:
--No, gracias, Raúl, lagarto no come lagarto.

No hables del ausente

A principios de los noventa me encontré, en el restaurante Mesón de la Pradera, con el dirigente deportivo y ex banquero, Rodrigo Espinoza Bermeo, con quien había yo colaborado en la organización de un torneo internacional de fútbol Sub 17. Él estaba acompañado de alguien más a quien no identifiqué. La breve charla, de pie, consistió en mi queja amarga por la pésima dirigencia del futbol ecuatoriano que hacía Galo Roggiero, quien era muy amigo de Rodrigo, a despecho mío. No dejé hablar a nadie, mucho menos al acompañante desconocido, que al final descubrí que era el propio Roggiero.

Sí smoking

En el 2004 íbamos con Winston Wlodawsky a Lima, a ver unos casinos que tenían interés en abrir uno en Quito. Pero algo raro sucedía; el avión olía a humo. Sorpréndanse, desde la fila de atrás empezaba la sección de fumadores... Cuando en el mundo ya estaba proscrita la antigua costumbre de fumar en las aeronaves. Wlodawsky, gran fumador en esos tiempos, disfrutó muchísimo el viaje. Era un vuelo de la aereolínea venezolana Santa Bárbara, patrona de los truenos, que aún sigue volando.

viernes, 26 de diciembre de 2014

La Rúa Santa Catarina

Habíamos tratado de llegar al Grande Hotel do Porto, con los Goyos, durante dos horas. No sabíamos que ya se había inventado el GPS. Finalmente unos policías nos auxiliaron, y nos indicaron cómo llegar. Seguimos sus instrucciones, y al final de una cuesta de calle estrecha desembocamos en una preciosa calle que tenía hasta el piso decorado al estilo romano o bizantino. Por cierto, nos llamó la atención que en media vía, ancha, a la izquierda, se encontraba un camión de policía tipo SWAT, con algunos gendarmes alrededor. Parece que esta guarnición era de reglamento.

Circulamos unos cien metros en medio de un gentío que nos miraba con curiosidad, hasta que salió una especie de portero de hotel a media vía, y con señas insistentes nos exigió que viráramos a la derecha y saliéramos de la Sta. Catarina. Eso hicimos, y nos precipitamos cuesta abajo. Habíamos llegado; quien nos había auxiliado era un botones del Grande Hotel do Porto. La policía, en medio del asombro, no tuvo tiempo de reaccionar: fuimos los únicos en coche... por la calle peatonal más importante de Oporto, no sé en cuantos años.

El Santiago Bernabéu

Los Goyos perdieron las entradas para el Real Madrid - Betis, frente a las Cortes. El Goyo ya lloraba. La Lucy, en un gesto de desprendimiento total, resolvió ceder su entrada... e irse de compras con la Xime. El Goyo y yo fuimos esa noche al estadio. Hacía buen frío de febrero, y estábamos enchompandos y enguantados, como es debido. En medio del tumulto, por los vomitorios, todo el mundo, menos los chagras, estaba vestido de primavera-verano, incluyendo algunas manes con escotes pronunciados.

Antes de iniciar el partido, comenzó a hacer calor, y ya no había sitio para poner toda la ropa que nos sacábamos. Éramos los únicos en tal apuro. Ya no nos interesó la Victoria Beckham. Señores, ¡qué nos íbamos a imaginar que desde el techo que cubría los graderíos salía la calefacción! El Betis, para el descenso, le empató al Madrid a domicilio.

Pasaportes para Portugal

En un Volkswagen Jetta, con el baúl a tope, la Lucy, la Xime y el Goyo (éstos dos últimos son los Goyos), nos disponíamos a ingresar a Portugal, desde la bella Zamora, y nos percatamos de que los pasaportes estaban en las maletas. Nos detuvimos en la carretera, nada especial sino un camino cualquiera, y procedimos a bajar todo el equipaje (los Titos habían exagerado las precauciones), hasta que encontramos los documentos. ¡Felicidad!

Cuando llegamos al puente... No había nada ni nadie; ni un rótulo, ni una valla, ni un guardia. Los chagras, nosotros, no sabíamos que la Unión Europea, literalmente, no tenía fronteras.

José Mejía Lequerica

Mejía era el gran orador quiteño que cumplió destacadamente en las Cortes de Cádiz, en los tiempos napoleónicos y del infausto Fernando VII. Estábamos en la sabatina anual de la Escuela Alfonso del Hierro, en Cotocollao, en quinto grado. Todo era un sainete armado, en el que cada alumno se aprendía la respuesta a una sola pregunta. Al alumno que le correspondía contestar debía ser muy expresivo en su afán, para que el profesor lo notara (como en los cachos de Pepito). Mejía, señores, me tocaba a mí. Mamá y Papá presentes. El señor Núñez me dio la palabra:

--¡Mejía, Mejía... Mejía...!

Me olvidé que nació en 1777, y todo lo demás.

El Ché Mamao

No era ningún argentino, ni estaba mamado. Es que eso era lo que le entendíamos a Fah, nuestra guía en Pekín, cuando nos mostraba el mausoleo en Tian'anmen, o una estatua, o una obra importante... Se refería al "chairman Mao", según me dí cuenta unos veinte años más tarde.

Términi

Con los González. Queríamos retirar los billetes de tren de Venecia a Viena que habíamos comprado a EurailPass. La estación era demasiado grande, francamente. Caminamos cuadras por un pasillo a la calle, muy ancho. Finalmente encontramos las ventanillas, con sus numeritos y la cola respectiva. Les pedí a mis acompañantes que se sentaran mientras yo "arreglaba el asunto". La espera no fue muy corta, pero finalmente me tocó el turno.
--Signora, prego, Io voglio gli billetti per Viena que o comprato en EurailPass (bueno, algo así debe haber sido mi súper italiano).
La italiana, una especie de burócrata de media edad no muy bien peinada, y de lentes, me queda viendo desconcertada, y me responde:
--¡Signore, questo è la posta!
Hice cola de treinta minutos... en el correo de la estación.

El tranvía de Lisboa

Con mi esposa Lucy, un día que nos demarcamos de los Goyos, tomamos el tranvía en la Plaza del Sol, y nos fuimos hasta el final, en búsqueda del Bar Brasil, en el que Pessoa pasó tantas tardes. Éramos, a esas alturas, los únicos pasajeros.
--¿Cuánto es vea señor?, en 'perfecto' portugués, al conductor.
¡Bueno, todo lo que nos dijo! Nos hizo pasar por encima del torno, pues ya no había manera de cobrarnos. Nos habíamos colado sin saberlo. Cuando vayan a Lisboa y tomen el tranvía, paguen al subirse... Perdón, compren el boleto antes de subirse.

Las hijas de García Márquez

En una feria de turismo en Cartagena, en la clausura, en el Hotel Cartagena Hilton, en Las Chivas, García Márquez ocupaba una mesa importante con su esposa y sus tres hijas, vestidas de cartageneras, con flor en en el pelo. Esa oportunidad no me la iba a perder: bailé con las tres.

Treinta años más tarde me enteraba que García Márquez solo tuvo un hijo, y ninguna hija... Pero yo bailé con las tres.
El mismo García Márquez de pequeño